Nos levantamos bien temprano para ir a trabajar. Nos lavamos la cara y nos hacemos el desayuno. Algunas veces comemos tostadas, otras veces galletitas, algunas veces facturas. Tomamos mate, café o té. Hace un poco de frío, así que nos ponemos un abrigo de algodón. Al medio día, nos comemos una ensalada con un pedazo de carne para seguir con pilas. A la noche comemos liviano y degustamos alguna fruta. ¿Cómo se producen todas estas cosas?.
Hasta el momento el hombre no ha tenido la capacidad de crear arboles de paquetes de yerba, plantas de galletitas, arbustos de remeras, o verdulerías colgantes de babilonia. En Argentina tenemos la ventaja de poseer una gran extensión territorial con diversos climas. Esto nos da la posibilidad de producir el alimento que consumimos. En las últimas dos décadas esto ha comenzando a cambiar. Nuestra producción no se orienta a la satisfacción de la demanda interna sino que apunta a satisfacer el mercado internacional. Así por ejemplo, vemos la expansión del monocultivo de soja, principal motor de la economía de nuestro país en los últimos once años.
Las semillas son el primer eslabón de la cadena alimentaria. Quien controle las semillas controlará la vida y el mundo. Desde la ciudad, esto parece no tener mucha importancia. Los alimentos que consumimos ya vienen elaborados, empaquetados y listos para tragar. Sin embargo, deberíamos estar un poco más atentos a esta cuestión: sin el pan de cada día, no podríamos ir a trabajar, estudiar, hablar de política o simplemente vivir. ¿Cómo comprender que esta causa trasciende todo tipo de estrategia o ideología política?
Kirchneristas, Massistas, Macristas, Socialista, Troskistas, todos necesitan comer a diario para seguir haciendo política. El tema en torno a la soberanía alimentaria nos atañe a todos. Pero no nos crean inocentes. No estamos hablando de los líderes políticos. Si ellos lo creen necesario, venderán los glaciares, nuestras tierras, incentivaran el monocultivo de soja o dejaran estallar la Cordillera de los Andes. Las decisiones que tomen o los contratos que firmen, estarán justificados ideológica y económicamente. El análisis personal sobre cada político no es el punto en cuestión, aunque en cada momento históricoes importante saber señalar a los responsables de dichas actividades. Lo importante aquí, es que el pueblo se pronuncie contra estas atrocidades.
Hace algunos meses se ha dado a conocer la intención de modificar la Ley de Semillas y Creaciones Fitogenéticas (Ley N° 20.247/1973). Bajo presión de grandes empresas agro-biotecnológicas transnacionales como Monsanto, el proyecto de ley está siendo analizando por todo el arco político. Estas empresas transnacionales no solo logran conseguir el apoyo de los políticos sino también de periodistas y científicos. En la actual ley de Semillas y Creaciones Filogenéticas de Argentina aparece el concepto de “Derechos de Obtentor”. Básicamente, lo que esto quiere decir es que si una persona o una empresa inventa o descubre una variedad de semilla, esta tiene derecho sobre la misma, es decir, puede venderla, pero el agricultor que la utiliza no pierde derecho al uso propio, es decir, luego de cosechar, puede tomar nuevas semillas y volver a sembrar sin que se le cobren regalías o le hagan juicio.
El nuevo proyecto de ley cambiaria sustancialmente esta cuestión. El uso propio de cada agricultor se vería censurado y además se estaría atentando contra actividades ancestrales, propias e identitarias de América Latina como la selección, el intercambio, el almacenamiento y la preservación de semillas.
La falsa idea de la posibilidad de coexistencia entre el agronegocio y la agricultura familiar se cae a pedazos cuando vemos la cantidad de asesinatos, persecuciones, enfermedades y desalojos que sufren campesinos y pueblos originarios. Además, ver el accionar de estas empresas transnacionales (caso ejemplar Monsanto) en otros países no es para nada esperanzador.
Frente a esta situación, es importante que toda la militancia política, y todo el pueblo se pronuncie contra a este nuevo proyecto de ley, tanto en las calles como en los medios de comunicación. Esperar la buena voluntad de los políticos es volver a la década de los 90. El protagonismo está en las calles y en la batalla cultural. La nueva ley de semillas patenta la vida y atenta contra el planeta. Distintas agrupaciones, personalidades y movimientos sociales están llevando adelante una campaña en este sentido: No a la nueva ley “Monsanto” de Semillas en Argentina.